Leído: Carne Muerta, de David Mateo

Cuando un escritor va a una editorial, es fácil que se tenga que esperar a que le contesten. La gran cantidad de manuscritos que reciben los editores, además del mal momento en que vivimos, hace que sea bastante complicado llegar a publicar un libro.
Entonces, cuando llega un amigo escritor, y te dice que no va aparecer un libro escrito por él, si no dos, en el plazo de unos días, imagina la cara que se te queda.
Es el caso de David Mateo y sus dos últimas novelas, Noches de Sal, de la que pudiste ver una reseña hace unos días, y Carne Muerta, la que nos ocupa hoy y que ha sido publicada por la Línea  Z de Dolmen Editorial.
Y si ha sido publicada bajo este sello, puedes imaginarte de qué trata. No, de animalitos de granja no. No exactamente, vamos. Si quieres imaginar que los humanos que sobreviven a duras penas en ese mundo caótico son como tales, pues igual vale la comparación, claro, pero queda un poquito mal, la verdad.
Espera, he dicho humanos, y me he equivocado.
Se trata de humanas, de mujeres, de señoras, chicas y niñas, ya que los hombres, en este escenario devastado que nos presenta el valenciano, han sido totalmente exterminados.
Y es que la novela parte de algo mucho más extraño que la llegada de un grupo de zombis a una comunidad y que estos acaben con todos, excepto con una pequeña parte de la población que intenta lidiar como puede con esta hecatombe.
La historia comienza cuando un grupo indeterminado de mujeres, hartas de la vida que les da la sociedad, y con oscuros intereses, liberan unos viales en los que se esconde un terrible virus cuya finalidad es exterminar a todos los hombres de la Tierra.
A priori, el argumento nos recuerda a Y, El Último Hombre, un cómic escrito magistralmente por Brian K. Vaughn en el que alguna misteriosa plaga acababa con todos los poseedores del gen Y. Es decir, los machos de cada especie.
A partir de ahí, la trama podría ser parecida. Los grupos de mujeres actúan como hacen todos los humanos, creando facciones encontradas, grupos radicales y atacándose entre ellos antes que poniéndose de acuerdo para sobrevir. Lo normal, vamos.
Pero justo cuando todo parecía irse al garete, todavía se complica más. Los hombres vuelven de sus tumbas, se alzan y comienzan a comerse a las supervivientes.
No son los hombres que murieron, sino que son otra cosa. Son, a falta de una palabra mejor, zombis.
Aunque David, que sabe lo que se hace, les llama involucionados, nombre que se justifica por el miedo que causa a las supervivientes esa otra manera de llamarles.
La trama nos lleva por dos caminos diferentes.
Por un lado, acompañamos a la doctora Joanna Emmanuel Sans en una misión secreta, organizada por la presidenta, que se refugia en el Nuevo Mestalla. La otra historia nos hace ser testigos de la huida de María, una joven novicia cuyo monasterio ha sido arrasado por los seres que habitan la oscuridad.
Por ahora, el libro termina con los destinos de ambas separado por sus propios caminos, pero todo parece indicar que en la segunda parte del libro, que esperamos todos que esté listo para el año que viene, encontraremos las respuestas a los enigmas que se exponen en esta primera parte.
En el relato, asistimos a lo más bajo del comportamiento humano, a alguna escena bastante estremecedora y al ánsia de supervivencia de todos los personajes (todas las personajas, como dirían algunas políticas), sean cual sean sus intenciones iniciales y su filiación.
Un buen relato de zombis, de esos que son respetuosos con el género, pero que aportan cosas nuevas, o al menos, una buena historia en un escenario que es común a todas ellas: el de la desesperación que provoca estar rodeado de muerte.
Un saludín



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